La celebración de los sesenta años de casados de Susanita Solórzano y Boris Castello, ocurrió tal como se esperaba; fue una fiesta inolvidable, de esas en que los recuerdos y la historia de un amor perseverante son los protagonistas, a pesar de que en el extenso sequito de invitados, existía una franja muy importante de población joven, representada por nietos y amigos de estos, que al igual que los adultos presentes, departieron toda la tarde y hasta entrada la noche, de una velada en que muchos se conocieron y otros se reencontraron.
¿Qué tal la fiesta?
-Estupenda, volví a ver a tanta gente, que pensaba que ya habían muerto, ja ja.
¿De verdad?
-Sí, tú sabes que en estas épocas la gente vive muy ocupada y solo en las fiestas patronales o en los aniversarios se dejan ver.
El acotamiento de Lucila, la hija mayor de los homenajeados, era válido, porque la experiencia le estaba demostrado, que la gente en la actualidad se reencontraba en celebraciones o jolgorios, en donde había comida y licor. Famosa en el pueblo de La Luciérnaga, de donde era oriunda, por su carácter un poco rebelde y sus apuntes sarcásticos, que ponían a pensar a más de uno, siempre se había caracterizado por su franqueza que incomodaba a algunos pero que a otros divertía y hasta llenaba de satisfacción.
Nuestros personajes concluirán que en estos tiempos no es tan fácil envejecer
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